Existe, desde hace ya unas cuantas temporadas, un reducto de aficionados taurinos aferrimos seguidores a un sevillano, su gracia y su arte. Dicha cuadrilla se dedicaba, a menudo, a justificar cualquier tipo de conducta, ya fuese propia o impropia de un torero. Hablamos de dejarse toros vivos, encasillarse en un encaste, denotar evidente pasotismo o abreviar sin justificación alguna, entre otras. Y hablamos de Morante de la Puebla y los morantistas, claro. Todo ello con una única justificación: "El agte".

Este año, entre vítores y con el ego por las nubes, los de la camisa abierta hasta el cuarto botón, como poco, y las patillas hasta el mentón, como mínimo, abandonaban cada tarde cualquier plaza de toros mientras saboreaban los restos del último gin tonic de la tarde y balbuceaban: "Si es que Morante es el número uno", "vaya temporada de figura del toreo está echando Morante" o "ahí tienes a Morante, líder del escalafón y sacando la temporada adelante".

Pues bien, como broche final a su temporada de ensueño Morante vino a decir en ABC toros hace unos días: "Los que antes me tiraban almohadillas ahora me piden autógrafos"
Hombre, leyendo el artículo, da la impresión de que, hasta este año, lo único que ha hecho Morante es dejarse toros vivos y poco más. Y tampoco es eso. Todos los años, los mejores y los peores, nos ha dejado detalles y faenas para el recuerdo con capote y/o muleta. El problema que ha tenido Morante casi siempre, enmendado en parte este año, ha sido la espada, que le ha impedido triunfar más rotundamente.
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