Cuentan que la madre de Rafael de Paula siempre salía a despedirle a la puerta de la casa cuando "El Rabioso", banderillero de su cuadrilla, iba a buscarle para llevarle a los tentaderos.
Con la lógica preocupación maternal, siempre advertía a su hijo de que tuviera cuidado.
- Anda con ojo, Rafael. Si son malas vacas, que se ponga "El Rabioso”, decía un día.
- Cuídate, hijo. Si hay barro, que las vacas las pare "El Rabioso”, le decía otro día.
Y así sucedió varias mañanas. Hasta que un día, el simpático banderillero sanluqueño no pudo aguantar más tanta “responsabilidad” sobre su matador y con mucha cautela respondió a la madre de Rafael de Paula:
- Señora, que yo tampoco soy huérfano.
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