El año
2020 quedará en la memoria de todos los aficionados, puesto que conmemoramos el
centenario de la pérdida del más grande de todos los tiempos, José Gómez
Ortega, Gallito, en la plaza de Talavera de la Reina. Pero este 2020,
también se conmemora el centenario de la alternativa en Sevilla del que estaba
llamado a ser el sucesor natural del coloso de Gelves, un torero grácil e
inteligente, con mucho de José y algo de Juan; un valenciano virtuoso del
violín que estaba llamado a marcar una época en el toreo: Manuel Granero.
Era
septiembre de 1920, y antes de llegar a la feria de San Miguel, Granero se
había presentado en Sevilla con notable éxito, el domingo 5 de septiembre
toreando un encierro de doña Carmen de Federico (antes Murube)
alternando con “Andaluz” y Joseíto de Málaga y el 11 de septiembre
con toros de Santa Coloma completando el cartel Hipólito (un veterano torero
del barrio de San Bernardo) y el trianero Correa Montes (que sustituyó a última
hora a Joseíto de Málaga, cogido en Huelva). Tras torear otras
novilladas con buen resultado y despedirse como novillero con todos los honores
en la Línea de la Concepción, llegaba el momento de la verdad.
La
empresa “La Taurina Sevillana” que regía don José Salgueiro y que por aquel
entonces se ocupaba de la explotación de los dos cosos sevillanos (la Real
Maestranza y la Monumental), organizó para la sevillana feria de San Miguel dos
corridas de toros y una novillada, y sin lugar a dudas, la atracción principal
era la alternativa del torero valenciano que tan buena impresión dio en sus
primeras actuaciones.
28 de septiembre de 1920: la alternativa en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla
Desde
primera hora de la mañana, la ciudad se convirtió en un auténtico hervidero, la
expectación de los aficionados sevillanos era máxima. Al natural ambiente que
la feria suscitaba todos los años, había que sumar el entusiasmo que los
numerosos aficionados de Valencia contagiaban a su paso, por ver a su paisano
tomar la alternativa.
En los
bares y tertulias de la ciudad, se debatía sobre el porvenir taurino del joven
torero y la mayoría de aficionados, presentían que Granero venía para marcar
una época. En las paredes, el cartel del festejo que debía comenzar a las
cuatro de la tarde y que había sufrido un cambio de última hora por la
sustitución de Juan Belmonte que aún se resentía de una cogida
sufrida en Murcia el 8 de septiembre: toros de doña Celsa Fon, viuda de Concha
y Sierra, para Rafael Gómez “El Gallo”, Manuel Jiménez “Chicuelo” y Manuel
Granero, que tomará la alternativa.
Pedro
Sánchez, apoderado del torero, le había prometido al diestro, justo hacía un
año, que si todo rodaba bien en la temporada venidera, podría tomar la
alternativa en Sevilla de manos de Joselito. No pudo ser, pero fue otro torero
de la dinastía el encargado de doctorar al “xiquet”.
Momentos
antes de la corrida, el ambiente en los tendidos de la Real Maestranza era
increíble, si bien la Plaza no estaba llena en su totalidad, la entrada fue muy
buena y los tendidos presentaban un aspecto magnífico. En el palco número 25,
el “Club Granero”, desplegó una enorme pancarta en la que se podía leer,
enmarcado el mensaje entre los escudos de Sevilla y Valencia y las torres de la
Giralda y el “Micalet”, lo siguiente: la afición de Valencia saluda a la
de Sevilla.
Al
iniciarse el vistoso paseíllo de cuadrillas, la Plaza tronó con una ovación
cerrada a los toreros. Manuel Granero, para la ocasión, estrenaba un traje
de luces bordado en oro con la seda en negra, en señal de luto por el reciente
fallecimiento de su madre.
El
primer toro de la tarde, de nombre “Doradito” fue el que le tocó en suerte a
Granero para el doctorado. Ostentaba el número 54, era un buen ejemplar, grande
y gordo, de pelo sardo y algo caído de pitones. Manuel, lo toreó con suavidad con
el capote, dándole un par de buenas verónicas y rematando con una fabulosa
media liándose, literalmente, el toro a la cintura. Este pase, fue captado por
la cámara del fotógrafo Juan José Serrano y posteriormente plasmado en una obra
por el cartelista Carlos Ruano LLopis.
El público pidió que el torero banderilleara, después de
haberlo hecho extraordinariamente bien en su presentación como novillero, por
lo que con una soltura envidiable y tras una alegre preparación, concedió el
deseo al público.
Tras sonar los clarines anunciando el último tercio, Rafael,
vestido también de oscuro en señal de respeto por la reciente pérdida de José,
le cedió los trastos a Granero para doctorarlo como matador de toros.
“Doradito”, llegó muy agotado al último tercio, reflejando
la mansedumbre que se le vio desde el primer tercio y que según testimonio de
Francisco Juliá, se debió a que el ganado sufría glosopeda. Granero estuvo
firme con él, toreándolo despacio y cuidándolo mucho. Dejó algunos buenos pases
por alto y a media altura, pero consiguió hacer sonar la música con uno de sus
múltiples adornos.
Terminada la faena, entró a matar despacio cobrando una
media estocada y, tras salir rebotado, volvió a ejecutar la suerte resultando
prendido por la ingle rompiéndole la taleguilla. Esta primera actuación, fue
reconocida por el público con una fuerte ovación.
La cabeza de “Doradito”, se encuentra en el Museo Taurino de
Valencia y con respecto a ella corre una leyenda que atestigua el antiguo
director del museo, Manuel Serrano Romá, que dice que durante cuatro meses en
el año 1987 estuvo goteando un líquido rojizo y viscoso sin aparente
explicación.
El último toro de la tarde, negro y con buenas defensas, lo
brindó al “Club Granero” pero el animal desde el inicio de la faena se caía.
Granero no pudo más que torearlo con suavidad, realizarle un bonito desplante y
matarlo pronto.
Para los otros dos actuantes, la tarde no fue mucho mejor
debido al ganado, y lo único destacable fueron cinco preciosos naturales que le
dio Chicuelo al primero de su lote.
Una vez finalizada la corrida, y tras tomarse unos retratos
de estudio para la prensa, se hizo presente en la cena que los aficionados
llegados desde Valencia le tenían preparada para festejar el acontecimiento en
la “Venta Eritaña”, donde se brindó para que siguieran los triunfos y se le
dedicaron elogios por sus dos faenas, en especial la del segundo toro, que como
he referido anteriormente, había brindado el torero a sus partidarios.
Granero se marchó a descansar pronto, pues aún tenía otra
cita importante al día siguiente.
28 de septiembre de 1920: Granero estoquea el último toro
lidiado en la Monumental de Sevilla
Aún con la mente puesta en la alternativa, el torero
valenciano se preparó para su segundo día en la ciudad, en la que actuaba en un
festejo organizado en la Monumental, con toros de Pérez de la Concha para los
mismos matadores de la tarde anterior con la adición de Manolo Belmonte.
De esta segunda actuación, tenemos que destacar un punto sobre los demás: la gran labor estoqueadora de Granero. En su primer toro, de nombre “Dudoso”, y tras un primer pinchazo, un aficionado le gritó desde el tendido, como recuerda Juliá en cartas conservadas de su puño y letra, algo parecido a “¡A ver si matamos un toro bien!” a lo que Granero, herido en su amor propio, le respondió brindándole la muerte del astado y marcando los tiempos de manera extraordinaria, ejecutó la suerte a la perfección, tirándose entre los pitones del animal y cayendo éste casi instantáneamente a sus pies
En las páginas de “El Liberal”, el famoso crítico taurino “Don
Criterio” la calificó como la estocada de la feria. El público se lo premió con
una vuelta al ruedo y una fuerte ovación que el torero recibió en los medios.
Tras saltar al ruedo el último de la tarde y segundo de su
lote, de nombre “Pirindolo”, Granero lo recibió también muy bien con el capote
y compartió el tercio de banderillas con su padrino de alternativa, Rafael,
para enloquecimiento del respetable. Con la muleta ofreció muchas dificultades,
pero lo aguantó mucho y lo mató de certera estocada. Actuación que le valió
otra fuerte ovación.
Del resto de espadas, sobresalió el mayor de los Gallo, con
una de sus inolvidables faenas que el público premió con la concesión de los
dos apéndices.
Granero aún no lo sabía, pero le tocó en suerte la muerte
del último toro que se lidió en la Plaza que fue el gran sueño de su admirado
Joselito, y de alguna manera, quedó aún más unido a la figura de Gallito.
Antes de abandonar la ciudad para afrontar los primeros
compromisos como matador de toros, Granero participó en un entrañable encuentro
en el que apadrinó a un hijo del popular fotógrafo y amigo de Manuel, Juan
José Serrano, en la Parroquia de San Lorenzo a los pies del Señor del Gran
Poder.
Así, tras esta Feria, el destino y vida de Granero siempre
estuvo ligado a la ciudad de Sevilla, ciudad que el torero amaba y en la que
tenía un gran número de partidarios y amigos.
(1) Cartas de Francisco Juliá del Archivo Carlos Gil
(2) Ferragut J. (1922): “Granero, el ídolo: vida, amores y
muerte del gladiador”. Madrid, Ed. Hernández y Galo Saéz.
(3) Serrano Romá, M. (1997): Manuel Granero, una muerte
marcada. Valencia, Ed. Diputación de Valencia.
Fuente: pasedelafirma
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